Al principio, solo los domingos

El domingo
Cartel MD: Domingo, el día del Señor

El año litúrgico, como ya hemos dicho, no procede de la época apostólica, sino que se fue formando a lo largo de los primeros siglos del cristianismo, poco a poco. O sea que la idea que tal vez alguien pudiera tener, en el sentido que desde el principio la comunidad cristiana, dirigida por los apóstoles, organizó a lo largo del año las celebraciones de la fe tal como ahora las conocemos, no se corresponde con la realidad.

Al principio, y durante todo el primer siglo de la vida de la Iglesia, los cristianos se reunían cada semana, el domingo, para celebrar la Eucaristía. Todos los domingos eran iguales, y no había ninguna fiesta especial. El domingo era el día en el que celebraban la Eucaristía, y vivían la experiencia comunitaria de la presencia del Señor muerto y resucitado en el pan y el vino que compartían. Aquellas reuniones eran el punto de referencia de sus vidas, y en ellas escuchaban la enseñanza de los apóstoles, o leían sus escritos, oraban juntos, se reafirmaban mutuamente en el compromiso de seguir el Evangelio, se explicaban entre ellos las dificultades con las que se encontraban, recogían dinero para los necesitados, y todo culminaba en la acción de gracias al Padre y la repetición de las palabras y los gestos de Jesús en la última cena, a través de los cuales el pan y el vino se convertía para ellos en alimento con el que se unían con Jesús y se unían también entre sí.

Su única celebración era, pues, la celebración dominical. Seguramente que, cuando eran los días de la Pascua judía, recordaban que era en aquellas fechas cuando el Señor había sido clavado en la cruz, y había resucitado venciendo las ataduras de la muerte. Pero este recuerdo no se traducía en ninguna celebración especial.