El último tiempo: el Advento

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Ya a finales del siglo IV y a lo largo del siglo V, en las Iglesias de Hispania y de la Galia empezaron a introducirse actos de preparación de la fiesta de la Navidad, un poco en la línea de la preparación cuaresmal para la Pascua. Pero no fue hasta el siglo VI que esta preparación se organizó litúrgicamente, primero en un ciclo de seis domingos y después en un ciclo de solo cuatro. Así nace el tiempo de Adviento, el último de los tiempos litúrgicos que se formaron, y que une la preparación de la venida del Señor en Belén con la espera de su venida definitiva al final de los tiempos.

Con el Adviento, pues, queda completado el ciclo de los tiempos litúrgicos que denominamos “fuertes”, es decir, los que celebran algún aspecto o misterio de nuestra salvación. El resto de domingos y el resto de semanas forman lo que se denomina  “tiempo ordinario”, es decir, tiempo en el que no se celebra ningún hecho concreto de la historia de la salvación.