Los ritos introductorios

2 2 Ritus introductoris

La misa siempre empieza con una procesión de los ministros desde la sacristía hasta el presbiterio. Mientras, se canta una antífona o canto de entrada, que puede tomarse del mismo Misal Romano o de los cantorales litúrgicos. Cuando los ministros llegan al presbiterio, hacen la reverencia al altar inclinando el cuerpo y los ministros ordenados besan el altar. Seguidamente, si se juzga oportuno, se inciensa el altar, la cruz y la imagen del titular del templo o de la Virgen.

El presidente de la celebración eucarística inicia la misa haciendo la señal de la cruz y con el saludo litúrgico: “El Señor esté con vosotros” u otra forma de saludo que figure en el Misal. Si preside el obispo, saluda diciendo: “La paz esté con vosotros”.

Acto seguido se introduce a los fieles en la celebración y se invita a realizar el acto penitencial, haciendo una breve pausa en silencio. El acto penitencial puede realizarse de tres maneras, aunque aquí destacaremos solo dos: una primera opción, en la que se recita el “Yo confieso”, el celebrante da la absolución y siguen las invocaciones “Señor, ten piedad. Cristo, ten piedad. Señor, ten piedad”; en la otra opción se realizan tres invocaciones seguidas cada una de ellas, respectivamente, por  “Señor, ten piedad”, “Cristo, ten piedad” y “Señor, ten piedad”; después se da la absolución.

Una vez finalizado el acto penitencial, los domingos –exceptuando los de Adviento y Cuaresma– y fiestas y solemnidades, se canta o recita el himno “Gloria a Dios en el cielo”.

Acabado el himno del “Gloria”, el celebrante introduce la oración denominada “colecta” diciendo: “Oremos”. Se dejan unos instantes de silencio, para permitir que la asamblea pueda orar interiormente. Después el celebrante prosigue con una oración que recoge las plegarias que la asamblea ha realizado en silencio y que por ello se denomina “oración colecta”. Cabe decir que siempre está en consonancia con el hilo conductor de la liturgia del día. Esta oración termina con una invocación y alabanza (“doxología”) a la Trinidad, en la que se expresa que lo que pedimos lo hacemos por medio de las tres personas divinas, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Una vez finalizada la oración colecta, todos se sientan y termina esta primera parte de la misa, para pasar a la Liturgia de la Palabra.