La Liturgia de la Eucaristía: la Plegaria Eucarística

2 4 Pere Tena

La Liturgia de la Eucaristía es la parte más importante de toda la misa, puesto que en ella tiene lugar el Memorial del Señor.

Se inicia con una procesión de ofrendas que se llevan al altar. Estas ofrendas son, fundamentalmente, el pan, el vino y el agua para la Eucaristía, aunque también se pueden ofrecer otros elementos, como por ejemplo cirios o flores. También es importante, en este momento, hacer la ofrenda para los pobres y para las necesidades de la Iglesia. El celebrante, cuando llega al altar, presenta las ofrendas al Padre y le da gracias. Después, si se juzga oportuno, se inciensan las ofrendas, la cruz y el altar y luego se inciensa al celebrante, los ministros y la asamblea. Finalmente, el celebrante se lava las manos con el rito del lavabo, pidiendo a Dios la purificación interior.

Una vez realizada la presentación de los dones, el celebrante invita a la asamblea a orar para que la Eucaristía que se va a celebrar sea agradable a Dios y sigue una oración sobre las ofrendas, pidiendo que se transformen en el Cuerpo y en la Sangre del Señor.

Entonces se inicia la plegaria eucarística, con el saludo “El Señor esté con vosotros” y el celebrante proclama el prefacio, que es una oración de acción de gracias a Dios que nos introduce en la celebración del memorial del Señor. Se denomina “prefacio” porque significa “antes de la acción”, “pre-facere”. Una vez recitado el prefacio, se proclama el Sanctus. Seguidamente, tiene lugar la consagración con la epiclesis (invocación), donde se pide la acción del Espíritu Santo para que el pan y el vino se conviertan en el Cuerpo y en la Sangre de Jesucristo. Y el celebrante recita la narración de la Última Cena con las palabras que Jesús dijo a los apóstoles, y muestra el pan y después el vino.

Al finalizar la consagración el celebrante invita a proclamar el misterio de la fe, o sea la muerte y la resurrección de Jesús, hasta que vuelva gloriosamente.

Sigue la plegaria eucarística con la anámnesis, en la que ofrecemos al Padre el Cuerpo y la Sangre del Señor y también la ofrenda de nosotros mismos y se vuelve a invocar al Espíritu Santo para que nos congregue en la unidad. Aquí se incluyen unas intenciones particulares como son la oración por el papa, el obispo diocesano –y coadjutores y auxiliares, no otros obispos– y por los demás ministros, por todo el pueblo y finalmente por los difuntos, pidiendo la intercesión de la Virgen Madre de Dios, de san José –introducido en las plegarias II, III y IV por el papa Francisco– y de los santos.

La plegaria eucarística finaliza con la doxología final donde, elevando la patena y el cáliz, damos gloria a la Trinidad, con la oración “Por Cristo, con él y en él…”.

Con el gran “Amén” del pueblo finaliza la plegaria eucarística y la Liturgia de la Eucaristía prosigue con la Comunión.