El Orden sacerdotal

Fue el mismo Jesús quien instituyó la noche del Jueves Santo el sacramento del Orden: “El sacramento del Orden comunica “un poder sagrado”, que no es otro que el de Cristo. Por tanto, en el ejercicio de esta autoridad debe, por tanto, medirse según el modelo de Cristo, que por amor se hizo el último y el servidor de todos. El Señor dijo claramente que la atención a su rebaño era prueba de amor a Él” (Catecismo de la Iglesia Católica 1551).

“El ministerio eclesiástico establecido por Dios es ejercido por diversos órdenes, que ya des de la antigüedad se llaman obispos, presbíteros y diáconos” (Lumen gentium 28).

Estos son los tres grados del sacramento del Orden, y los tres están dispuestos para servir, porque la autoridad en la Iglesia no es poder, sino servicio. En una democracia, la autoridad representa al pueblo, pero en la Iglesia la autoridad, aunque indignamente, representa a Dios mismo, que nos enseñó por Cristo que no hemos venido a ser servidos sino a servir.

Como nos recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 1547, “mientras que el sacerdocio común de los fieles se realiza en el desarrollo de la gracia bautismal (vida de fe, de esperanza y de caridad, vida según el Espíritu), el sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio común, en orden al desarrollo de la gracia bautismal de todos los cristianos. Es uno de los medios por los cuales Cristo no cesa de construir y de conducir a su Iglesia. Por esto es transmitido por un sacramento propio, el sacramento del Orden”.

Los diáconos son ordenados para el servicio, no para el sacerdocio, y son imágenes vivas y sacramentales de Cristo servidor. Los presbíteros y los obispos –estos tienen la plenitud del sacerdocio– están ordenados para el sacerdocio, configurados a Cristo sacerdote y actúan en nombre suyo “in persona Christi” en virtud de la imposición de manos y de la plegaria de ordenación.

La gran tarea de los obispos y presbíteros, sobre todo, es la de acercar a las personas a Cristo, presidir los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Penitencia y ejerciendo siempre la caridad, todo en nombre de Jesucristo.

Cómo se celebra el sacramento del Orden
  1. En la ordenación de obispo, tienen que ser como mínimo tres los obispos ordenantes, para así asegurar la sucesión apostólica. Se tiene que realizar, generalmente, en la iglesia catedral, la iglesia propia del obispo. Se inicia con los ritos introductorios de la misa, seguida de la liturgia de la Palabra. Después de la proclamación del Evangelio tiene lugar la presentación del candidato y la lectura de la bula papal por la cual se nombra al ordenando como obispo de su diócesis, enseñando esta bula –pergamino– al Colegio de consultores de la diócesis y a la asamblea. Después de la homilía, tiene lugar la liturgia del sacramento, con un interrogatorio por parte del ordenante principal y sigue la postración al suelo con el canto de la letanía de los santos; sigue la imposición de manos por parte de todos los obispos presentes y seguidamente tiene lugar la plegaria de ordenación en la cual el candidato tiene sobre su cabeza el libro de los Evangelios sostenido por dos diáconos. Finalizada la plegaria de ordenación, tiene lugar el entrega de les insignias episcopales: en primer lugar, el evangeliario, después el anillo, después la mitra y finalmente el báculo. Seguidamente se sienta a su cátedra y toma posesión, de esta manera, de su diócesis. La celebración sigue con la liturgia de la Eucaristía. Antes de finalizar la celebración, el nuevo obispo recorre la nave de la catedral bendiciendo a la asamblea y acompañado de dos obispos. Finalmente, hace su primera alocución y da por primera vez la bendición solemne a su diócesis.
  2. La ordenación de presbítero, tiene lugar dentro de una celebración de la Eucaristía, pero con el rito propio del sacramento: así, después de la proclamación del Evangelio tiene lugar la presentación del candidato mientras que el obispo pregunta sobre su idoneidad. Después de la homilía tiene lugar el interrogatorio y la postración en el suelo durante la letanía de los santos. A continuación, tiene lugar la imposición de manos por parte del obispo –sólo el obispo que preside– y de todos los presbíteros presentes, seguida de la plegaria de ordenación. Finalizada esta plegaria, tiene lugar la imposición de la estola en forma presbiteral y la casulla, seguida de la unción con el santo Crisma en las palmas de las manos, la entrega de la patena y del cáliz y el beso de paz por parte del obispo y de los presbíteros presentes. Finalmente, la misa sigue como de costumbre.
  3. La ordenación de diácono tiene lugar dentro la celebración eucarística, con el rito propio del sacramento: después de la proclamación del Evangelio, tiene lugar la presentación del candidato mientras que el obispo pregunta sobre su idoneidad. Después de la homilía tiene lugar el interrogatorio y la postración en el suelo durante la letanía de los santos. A continuación, tiene lugar la imposición de manos, únicamente por parte del obispo que preside, seguida de la plegaria de ordenación. Finalizada esta plegaria, tiene lugar la imposición de la estola en forma diaconal y la dalmática, de la entrega de los Evangelios y el beso de paz por parte del obispo y de los diáconos presentes. Finalmente, la misa sigue como de costumbre.
Cosas a tener en cuenta

La ordenación se tiene que hacer dentro de una celebración eucarística, si puede ser, mejor en domingo y en la Iglesia catedral, la Iglesia madre de la diócesis, para así dar sentido a la comunión eclesial y diocesana que se reúne en domingo, el día del Señor, y acompañar al ordenado como comunidad cristiana que somos.

Si hay más obispos presentes en una ordenación presbiteral o diaconal, sólo el obispo que preside –normalmente el obispo diocesano– impone las manos, ya que es el propio obispo quien ordena y no los otros, ya que de lo contrario quedaría confundido con la ordenación episcopal.

Lo que confiere el sacramento es la imposición de manos y la plegaria de ordenación.