Qué es la Liturgia de las Horas

Liturgia de las Horas

Como nos recuerda la Ordenación General de la Liturgia de les Horas, la oración pública y comunitaria del Pueblo de Dios figura con razón entre las funciones principales de la Iglesia. Así lo hacían en la Iglesia primitiva los que se bautizaban, que asistían en la oración y a la vez la asiduidad de la comunidad cristiana que se reunía para rezar.

Sabemos, por los testigos de la Iglesia primitiva, que los fieles rezaban en ciertas horas. En algunos lugares arraigó muy pronto la costumbre de dedicar algunos tiempos a la oración comunitaria, como por ejemplo la última hora del día, cuando al hacerse de noche se encienden las luces, o la primera, cuando la noche desaparece con la salida del sol.

Avanzando en los tiempos fueron santificadas con la oración comunitaria las otras Horas que los santos Padres vieron anunciadas en los Hechos de los Apóstoles. Allí encontramos reunidos a los Apóstoles en la hora de tercia. Pedro, cabeza de los Apóstoles, “sube al tejado a orar hacia la hora de sexta”; “Pedro y Juan subían al templo a orar hacia la hora de nona”; “a medianoche, Pablo y Silas oraban y cantaban himnos a Dios”.

Estas oraciones, celebradas comunitariamente, poco a poco se convirtieron en un orden de oraciones organizadas según las Horas. Esta Liturgia de les Horas o bien Oficio Divino, enriquecido también con lecturas escogidas, es por encima de todo oración de alabanza y de petición y, ciertamente, la oración de la Iglesia con Cristo y dirigida a él mismo.

Cristo nos enseñó que “hay que orar siempre, sin perder nunca la esperanza” y la Iglesia, obedeciendo fielmente esta advertencia, no deja nunca de orar y nos exhorta con estas palabras: “Ofrecemos a Dios por Jesucristo una acción de gracias perpetua”. Cumple este precepto no solamente con la celebración de la Eucaristía, sino también de otras maneras, sobre todo con la Liturgia de les Horas, que, como otras acciones litúrgicas, tiene la propiedad, por una antigua tradición, de consagrar el curso del tiempo, sea de noche como de día.

La Liturgia de les Horas nos dispone magníficamente a la celebración de la Eucaristía, porque despierta y alimenta debidamente las actitudes necesarias para su celebración fructuosa, como son la fe, la esperanza, la caridad, la piedad y el deseo de abnegación.

Las Horas principales son la de la mañana, llamada “Laudes” y la de la tarde, llamada “Vísperas”. También hay una Hora prevista para el centro del día, que si se desea se puede desdoblar en tres, las tres pequeñas Horas tradicionales de Tercia (media mañana), Sexta (mediodía) o Nona (media tarde). El Oficio de Lectura, que tradicionalmente en los monasterios se celebra a manera de vigilia muy temprano, cuando acaba la noche, se puede celebrar en cualquier momento de la jornada. El orden de los Oficios es el siguiente: Oficio de Lectura (o Maitines), Laudes, Hora Menor (Tercia, Sexta o Nona), Vísperas y Completas (cuando ha acabado la jornada).

Es importante que cada Hora canónica se celebre de acuerdo con la hora civil, de tal modo que haya una concordancia entre el momento del día y la oración que estamos celebrando.

La estructura habitual de una Hora litúrgica es esta: Se inicia con un versículo introductorio, seguido del himno, que da el carácter propio de la Hora; sigue la salmodia, introducida y concluida por una antífona y esto constituye la substancia del Oficio; la lectura de la Palabra de Dios, prolongada durante el Oficio de Lectura y breve en los otros Oficios; finalmente, la oración conclusiva, precedida por las intercesiones y plegarias en Laudes y Vísperas respectivamente, y con la oración del Padrenuestro y la oración colecta y la conclusión.

De este modo, la Iglesia santifica los principales momentos del día con la oración comunitaria –o personal– de la Liturgia de les Horas, de tal modo que se tiene presente a Dios durante todo el día, sea con la oración de alabanza, sea con la oración de petición.