El Oficio de Lectura

Oficio de lectura

El Oficio de Lectura facilita al pueblo de Dios, y más particularmente a los que están consagrados al Señor de una manera especial, la oportunidad de una meditación más abundante de la Sagrada Escritura y de las mejores páginas de los autores espirituales. Si bien la lectura continuada de la Sagrada Escritura en la misa es ahora más rica que antes, el tesoro de revelación y tradición del Oficio de Lectura será también de gran provecho espiritual para los que lo celebren.

La oración tiene que acompañar “la lectura bíblica para que sea un verdadero coloquio entre Dios y el hombre, ya que cuando oramos, hablamos con Dios, y le escuchamos cuando leemos las palabras inspiradas”; por esto, el Oficio de Lectura consta de salmos, himno, oración y otras fórmulas, de manera que tiene índole de verdadera oración.

El Oficio de Lectura, de acuerdo con la constitución Sacrosantum Concilium, “aunque  en el corazón conserve el carácter de alabanza nocturna, tiene que ser acomodado de manera que pueda ser recitado en cualquier hora del día, tenga menos salmos que en la forma anterior y, en cambio, las lecturas sean más largas”. En definitiva, puede ser recitado el Oficio de Lectura a cualquier hora del día, aún hasta durante las horas nocturnas del día precedente, una vez rezadas les Vísperas.

Estructura

Si el Oficio de Lectura precede a los Laudes, se dice antes el Invitatorio. Si no, se empieza con las palabras: “Dios mío, ven en mi auxilio” con el “Gloria al Padre. Como era”, i, fuera del tiempo de Cuaresma, con el aleluya. Después se canta el himno, que, en el tiempo ordinario, se escoge, o bien de la serie nocturna o bien de la serie diurna, de acuerdo con la hora real.

Se recita a continuación la salmodia, que consta de tres salmos, o de tres fragmentos de salmos, cuando serían demasiado largos. En el Triduo Pascual, los días dentro de las octavas de Pascua y de Navidad y en las solemnidades y las fiestas, hay salmos propios con sus propias antífonas. Los domingos y las ferias se dicen los salmos y las antífonas del día correspondiente al ciclo de las cuatro semanas. En las memorias de los santos, si no tienen salmos o antífonas propias, se dicen también los del día correspondiente al ciclo de las cuatro semanas. El verso, como es costumbre, se dice antes de las lecturas, como una transición de los salmos a la audición de la Palabra de Dios.

Hay dos lecturas: la primera es bíblica, la otra es de las obras de los Padres o de los Escritores eclesiásticos, o hagiográfica. Después de cada lectura se dice el responsorio.

La lectura bíblica es la que figura en el propio del tiempo, y en las solemnidades y las fiestas, la lectura bíblica es del propio o del común.

La lectura segunda con su responsorio se toma del libro de la Liturgia de las Horas o del Leccionario facultativo. Ordinariamente es la que corresponde al tiempo. En las solemnidades y las fiestas de los santos, se lee la lectura propia hagiográfica; si no la hay, se dice la segunda lectura del común respectivo. En las memorias de los santos no impedidas, la lectura hagiográfica ocupa también el lugar de la lectura segunda del tiempo.

Cuando una memoria cae en tiempo de Cuaresma, se celebra a modo de conmemoración. Entonces, después de la segunda lectura, se añade una tercera, que es la patrística o la hagiográfica de la memoria.

Los domingos, fuera de la Cuaresma, los días dentro de las octavas de Pascua y de Navidad y en las solemnidades y las fiestas, después de la lectura segunda, con su responsorio, se dice el himno “A ti, oh Dios, te alabamos”. Este himno se omite en las memorias y en las ferias.

El Oficio de Lectura termina normalmente con la oración propia del día i, al menos en la celebración comunitaria, con la aclamación: “Bendigamos al Señor”, y la respuesta: “Demos gracias a Dios”.