Valor teológico-litúrgico del «Misal»

El valor teológico del Misal radica, por una parte, en que sus textos recogen la fe de la Iglesia hecha plegaria. En el Misal, la lex credendi se transforma en lex orandi, siendo una expresión autorizada de la fe revelada.

Y, por otra parte, en sus páginas encontramos dos mil años de la tradición litúrgica de la Iglesia, ya que su contenido se ha ido enriqueciendo poco a poco, con el pasar de los años, con el correr de los siglos, desde los inicios del cristianismo.

El Misal es, en palabras del proemio de su Ordenación General, el testimonio de una fe inalterada y de una tradición ininterrumpida.

El «Misal»: fe de la Iglesia hecha oración

La Iglesia, desde sus orígenes, ha ido formulando dogmático-magisterialmente su fe, su lex credendi. E igualmente ha elevado a Dios su plegaria, celebrando esa misma fe, su lex orandi. El contenido de la fe ha quedado plasmado tanto teológicamente (lex credendi) como litúrgicamente (lex orandi). La fe de la Iglesia se encuentra, por tanto, en los documentos magisteriales y en la liturgia.

7 1 misal 1En la liturgia –en sus celebraciones, en sus textos, en sus ritos…– queda recogida de modo vivencial la fe de la Iglesia. En la liturgia descubrimos la fe hecha plegaria, la teología en modo orante. La lex credendi, por tanto, aparece viva en la lex orandi. La liturgia da vida a la teología, da vida al magisterio para que no sea un «texto muerto» impreso en un papel o en un libro colocado en una estantería. Así, «la liturgia nos acerca a la totalidad del misterio de Cristo y nos permite verlo no en la abstracción de unas formulaciones conceptuales sino en la concreción de un acontecimiento presente y operante».[1]

Recordemos el conocido adagio de Próspero de Aquitania, lex orandi, lex credendi, que señala que la Iglesia reza lo que cree y cree lo que reza.

El «Misal»: cauce de acceso a la teología

Los creyentes normalmente no han leído las disposiciones de los concilios u otros documentos pontificios, ni los textos de los santos padres o las reflexiones de los grandes teólogos…

Ellos reciben la fe de la Iglesia, sus postulados magisteriales, sus concepciones teológicas en la celebración litúrgica, en los textos eucológicos que escuchan. Así, por medio de la lex orandi los fieles acceden a la lex credendi.

Por ejemplo, pocos habrán rastreado la historia para acercarse a los problemas cristológicos de inicios del siglo IV cuando los arrianos afirmaban que Jesucristo había sido creado por Dios Padre y estaba subordinado a él, equiparándolo al demiurgo de la cosmogonía platónica. Y cómo el año 325, en el Concilio de Nicea se definió la divinidad del Hijo y su igualdad con el Padre. Pero todos profesan su fe rezando en la liturgia el Credo Niceno-Constantinopolitano, que en parte procede de ese Concilio, y escuchan cómo el cura que preside la celebración concluye la oración colecta diciendo: «Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina… y es Dios…».

No saben nada de las controversias eucarísticas que, a comienzos del segundo milenio, pusieron en duda la presencia real de Cristo en las especies eucarísticas y cómo la Iglesia reaccionó afirmando la transubstanciación. Sin embargo, todos son conscientes y creen que en la misa el pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre del Señor, tal y como manifiestan por medio de la genuflexión o participando en la procesión de la solemnidad del santísimo cuerpo y sangre de Jesucristo o permaneciendo un tiempo de adoración ante la solemne reserva del jueves santo.

Igualmente, tampoco han leído la Carta apostólica Ineffabilis Deus en la que, el 8 de diciembre de 1854, el papa Pío IX definió el dogma de la inmaculada concepción de la Virgen María o la Constitución apostólica Munificentissimus Deus en la que, el 1 de noviembre de 1950, el papa Pío XII definió el dogma de la asunción de la Virgen María. Sin embargo, acuden a misa el 8 de diciembre o el 15 de agosto para celebrar sendas fiestas marianas y escuchan los textos eucológicos correspondientes, donde se encuentran las afirmaciones dogmáticas convertidas en plegaria.

El «Misal»: Dos mil años de tradición litúrgica

Algunos opinan que el Misal debería estar totalmente adaptado a nuestra época, de modo que sus textos, sus expresiones, sus contenidos teológicos… respondan plenamente a los cristianos del siglo XXI.

Sin embargo, cuando miramos las páginas de este libro litúrgico, cuando leemos sus oraciones, encontramos recogidos dos mil años de la tradición litúrgica de la Iglesia.

Pensemos en un álbum de fotos familiar, que incluye desde viejas fotografías en blanco y negro, más o menos estropeadas, otras de color sepia, unas con los bordes ondulados, otras más acartonadas o amarillentas, hasta las más modernas fotos digitales. En esa variedad encontramos plasmada la imagen de nuestros antepasados o inmortalizados los acontecimientos familiares. Y todas las mantenemos como están, sin retocarlas con un programa de fotografía para corregir fallos o incluir color. Pues igualmente podemos pensar que el Misal es el «álbum de fotos» de la Iglesia, donde diferentes épocas y sensibilidades eclesiales están reflejadas.7 1 misal 2

Así, en el tiempo de Navidad, descubrimos los «villancicos» más antiguos en sus antífonas de entrada con textos procedentes de la tradición bíblica del Antiguo Testamento. El anuncio profético de Isaías sobre el nacimiento del Mesías aparece en la antífona de entrada de la misa del día de la natividad del Señor (25 de diciembre) (cf. Is 9,5). Igualmente queda recogido en la antífona de entrada del domingo II después de Navidad con un texto del libro de la Sabiduría (cf. Sb 18,14-15).

  • La plegaria eucarística II se redactó a partir del texto que figura en la Tradición apostólica, de inicios del siglo III.
  • Algunas de las oraciones de Navidad se remontan al papa san León Magno († 461).
  • El canon romano quedó fijado en tiempos del papa san Gregorio Magno († 604).
  • La fiesta del Corpus Christi fue instituida en 1264 por el papa Urbano IV.
  • Las devociones al nombre de María y al nombre de Jesús se extendieron a la Iglesia universal en los siglos XVII y XVIII, respectivamente.
  • La fiesta de la Sagrada Familia llegó a la liturgia en 1921.
  • En la reforma postconciliar se compusieron nuevas plegarias eucarísticas: la III, la IV, las de la reconciliación…
  • En algunos de los formularios eucológicos de las misas por diversas necesidades, resuenan los textos del Concilio Vaticano II.
  • Y si miramos el santoral tenemos santos de todas las épocas, situaciones sociales y eclesiales, desde san Policarpo de Esmirna, cuyo martirio ya era celebrado a mitad del siglo II, hasta san Juan Pablo II que ha sido canonizado e introducido en el Calendario recientemente.

José Antonio Goñi

[1] S. Marsili, «Teología litúrgica», en D. Sartore – A.M. Triacca (eds.), Nuevo diccionario de liturgia, Paulinas, Madrid 1987, 1965.