Verbo

En cristología, Jesús es denominado con el término griego «Logos», recogiendo las palabras del prólogo de san Juan, expresando su preexistencia como Hijo de Dios, como estableció el Concilio de Calcedonia en el año 451 frente a los nestorianos y monofisitas.

Logos fue traducido al latín por «Verbum» y al castellano, inicialmente, por «Verbo», pero después por «Palabra».

Es verdad que en latín «verbum» puede traducirse tanto por «verbo» como por «palabra». Hay también otros términos en latín que pueden significar «palabra» como «sermo», por ejemplo. Sin embargo no es lo mismo «una» palabra de Dios que «la» Palabra de Dios.

Puede iluminarnos la diferencia que hay entre los términos «palabra» y «verbo» gramaticalmente hablando. Las palabras son todas las unidades lingüísticas, dotadas generalmente de significado, que hay en una frase. Pero sólo una de ellas es el «verbo», la palabra principal pues trasmite la idea, la acción que se quiere expresar en la frase.

Igualmente podemos decir que Jesús, el Hijo de Dios, es una palabra de Dios pronunciada en la historia de la salvación. Pero no cualquiera, sino la Palabra, aquella que ha sido la primordial de la historia de la salvación, aquella que ha expresado la idea divina, su acción principal.

Por tanto, tiene mucha más riqueza teológica referirse a Jesús como el «Verbo» de Dios, que como la «Palabra» de Dios.

No obstante, en la conclusión de la proclamación de las lecturas seguimos diciendo: «Palabra de Dios», en latín «Verbum Domini». Porque el texto proclamado es en realidad «palabra de Dios», pero no es la «Palabra» con mayúsculas que es el Hijo, el «Verbo de Dios».