Bienaventurada Virgen María

La liturgia, en los textos latinos, cuando se refiere a la Virgen María, la llama normalmente: «Beata Maria Virgo». Adopta así el mismo término con el que se le dirigió Isabel cuando recibió su visita mientras estaba embarazada: «Beata, quae credidit, quoniam perficientur ea, quae dicta sunt ei a Domino» (Lucas 1,45). Y la misma expresión con la que ella misma dijo que le llamarían todas las generaciones: «Beatam me dicent omnes generationes» (Lucas 1,48).

Es por ello que en la nueva traducción al castellano del Misal encontramos los títulos de las fiestas marianas con esa misma terminología: Bienaventurada Virgen María… en lugar de Nuestra Señora

Además, el uso del título «Nuestra Señora» acarrea un problema teológico. Ya que «Señor» es el nombre más habitual para designar la divinidad misma del Dios de Israel (cf. Catecismo de la Iglesia católica 446). Igualmente se utiliza para dirigirse a Jesucristo y al Espíritu Santo, mostrando así la divinidad de ambos: «Creo en un solo Señor, Jesucristo…» y «Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida…», decimos en el Credo Niceno-Constantinopolitano. Pero llamar a la Virgen «Señora» puede hacernos pensar que ella es «la cuarta» persona de la Trinidad, siendo de naturaleza divina. Y, si bien María es la más excelsa de todas las criaturas, no podemos atribuirle el título divino.