La Liturgia de la Eucaristía: la Comunión

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Esta parte de la misa, centrada en la recepción del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, se inicia con la recitación de la oración del Señor, o sea, la plegaria del Padrenuestro, que toda la asamblea reza. Cuando finaliza el Padrenuestro, el celebrante solo recita el embolismo, una oración conclusiva pidiendo la paz y la liberación del mal mientras esperamos la gloriosa venida del Señor. El pueblo responde con una aclamación glorificando a Dios.

Sigue una oración que, aparentemente, tiene poco significado pero que es muy simbólica, puesto que es la única oración de la misa que va dirigida directamente a Jesús: “Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles…”. Acabada esta oración se introduce el rito de la Paz, donde la asamblea se da la paz de Cristo.

Cuando finaliza el gesto de paz, tiene lugar el rito de la fracción del Pan: el celebrante parte el Pan y la asamblea canta o recita la letanía “Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo”. Cuando ha partido en trozos el Pan consagrado, el celebrante deja caer una partícula dentro del cáliz, simbolizando la unión mística del Cuerpo y de la Sangre de Jesucristo, aunque también tiene un origen histórico: en los primeros siglos del cristianismo, las comunidades estaban establecidas principalmente en las ciudades, pero más tarde fueron a vivir fuera de la ciudad y, por tanto, les era más difícil poder asistir a la misa presidida por el obispo. En la Iglesia de Roma, en la misa papal, un diácono tomaba del papa una partícula del pan consagrado y la llevaba a la comunidad de fuera de la ciudad y el sacerdote que presidía la celebración ponía dentro del cáliz esta partícula consagrada por el papa para simbolizar que aquella Eucaristía estaba en plena comunión con el obispo de Roma.

Antes de comulgar, el celebrante toma con una mano una partícula del pan consagrado y con la otra la patena o el cáliz y dice “Este es el cordero de Dios…” y el pueblo responde “Señor, no soy digno…” y comulga primero el presidente de la celebración y después la asamblea, haciendo una procesión hasta los pies del presbiterio, donde reciben la Eucaristía. Mientras, se canta algún canto, preferentemente eucarístico.

Una vez ha finalizado la procesión para recibir la comunión, es muy recomendable dejar unos instantes de silencio para la reflexión y la oración personal. Seguidamente, el celebrante dice la oración después de la comunión, seguida de la bendición final, haciendo la señal de la cruz. La celebración termina con las palabras de despedida “Podéis ir en paz” y el pueblo responde “Demos gracias a Dios”. Y los ministros regresan a la sacristía, mientras la asamblea canta o se toca música instrumental.